lunes, 18 de mayo de 2015

Literatura en el cristianismo

Para el año 313 de nuestra era, el cristianismo ya se había afianzado definitivamente en el pueblo. Constantino lo reconoce oficialmente por Decreto convirtiéndose en la religión oficial del Imperio. Esto suponía un cambio radical en el pensamiento religioso, puesto que hasta ese momento la única religión monoteísta había sido la hebrea. Las religiones antiguas pasan a ser consideradas creencias paganas, pero el latín sería durante muchos siglos la lengua culta. Es decir el latín serviría como vehículo de comunicación entre los pueblos, pero sobre todo sería la lengua que los eruditos emplearían para discernir y escribir; lo cual sería fundamental para la propagación del cristianismo. Las letras van a servir como medio para dar a conocer El Nuevo Testamento, inicialmente escrito en su totalidad en griego, a excepción del Evangelio de San Mateo, cuyo original había sido escrito en arameo, habiéndose perdido posteriormente.
Luego reencuentran los Padres Apostólicos, como San Ignacio de Antioquia. La Iglesia Griega contaría con un gran erudito conocido como Clemente de Alejandría, quien tenía una posición adversa frente a los mitos y leyendas, sin embargo los conocía muy bien e incluso dejaría notas y fragmentos relativos a la literatura que decía no apreciar. La literatura, junto con la pintura y la arquitectura, representa el más valioso de los instrumentos de la obra educativa que comienza a realizar la Iglesia Cristiana. La finalidad de educación moral es el rasgo más relevante de la concepción cristiana del arte y de las letras.
Para el siglo V el Cristianismo ya no tenía detractores y su afianzamiento era un hecho consumado; por lo tanto la literatura ya no tiene la necesidad de cumplir con esa función propagandística de los primeros tiempos. Por lo que va adornándose cada vez más, su lenguaje se hace más retórico. Se cultiva el dogmatismo, la moral y el ascetismo.
De las bacanales romanas se ha pasado a una época donde el espiritualismo fue la base de toda normatividad. El medioevo es una época teocéntrica por excelencia y nada que esté por fuera de la nueva religión tiene cabida. Dentro de esta nueva comunidad surge una figura esencial para el cristianismo: San Agustín.
San Agustín: Es considerado como uno de los hombres más importantes que han surgido en toda la historia de la humanidad. Sus obras abarcan todos los problemas de la fe católica y lo convierten en uno de sus principales pensadores. Sus Confesiones no sólo relatan los pensamientos de un alma dolorida sino que están revestidas de un lenguaje altamente poético e inteligente.
Su prosa está exenta de vanos orgullos y con mucha frecuencia es bastante coloquial. Característica que dista mucho de los pensadores clásicos quienes encontraban en la retórica una única forma de expresar sus pensamientos. El mismo San Agustín se preguntaba: "¿Qué libro hay de los míos que sea más frecuentemente y con más deleite leído que el de mis Confesiones?" Estas palabras siguen tan vigentes como lo fueron hace más de 1500 años. Por otra parte este santo había conocido y experimentado la vanidad del mundo, hasta el punto de haber tenido una amante por largos años. San Agustín tendrá posteriormente una influencia decisiva en Petrarca y en el Humanismo europeo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario